miércoles, 22 de julio de 2009

SIONISMO

SIONISMO, RACISMO Y ESTADO JUDÍO
La recientemente realizada conferencia de Ginebra sobre el racismo en el mundo no tuvo la divulgación que merecía y la prensa internacional apenas se hizo eco del retiro de las delegaciones de Estados Unidos y las potencias europeas a raíz de las declaraciones del presidente de Irán sobre el sionismo como forma de discriminación racial, de su posición enérgica de condena a la ocupación de Palestina por parte de Israel y de su denuncia al genocidio en esas tierras, especialmente la brutal agresión a Gaza, llevada a cabo hace pocos meses ante el estupor del mundo, bautizada cínicamente por los dirigentes israelíes bajo el horrible nombre de `operación plomo fundido`.
Lamentablemente la manipulación de la opinión mundial que ejercen los medios de comunicación dominados en su inmensa mayoría por los poderes occidentales no permitió una discusión amplia y serena sobre este punto, que de tiempo atrás viene siendo planteado en diversos escenarios internacionales por el pueblo palestino y por las naciones árabes. No es fácil tener la mente clara frente a las opiniones y propuestas de Mahmud Ahmadinejad cuando a Irán se le ha encuadrado por parte de Estados Unidos en el llamado `eje del mal` y se le describe como la encarnación de una nueva amenaza nuclear y cuando, al lado de algunos aspectos razonables o por lo menos dignos de discusión frente al estado de Israel como cuando dice que el exterminio de los judíos en la Segunda Guerra Mundial fue causado por Alemania y Austria y eran estos países quienes debían lidiar con sus consecuencias, afirma que hay que borrar a Israel del mapa y llega incluso a negar o minimizar el holocausto. Sin embargo, precisamente después de los últimos episodios de bárbara violencia contra civiles y agencias humanitarias en Gaza es más pertinente que nunca interrogarse no solamente sobre estos atentados a los derechos del pueblo palestino sino también sobre la naturaleza misma del estado de Israel como punta de lanza del imperialismo occidental en el centro de la estratégica zona del Medio Oriente, o si se quiere más gráficamente, como una espina clavada en el corazón del mundo árabe.
Con mayor razón a raíz de que en las últimas elecciones israelíes quedaron al frente del estado las formaciones políticas más derechistas y decididamente sionistas como el Likud, cuyo jefe, Netanyahu es ahora el primer ministro y el partido Israel Beiteinu (`Nuestra casa es Israel`, formación política compuesta principalmente por judíos emigrados de la antigua Unión Soviética).
Y es que la propuesta con la que se ha iniciado el partido Israel Beiteinu es la de que todos los ciudadanos presten un juramento de lealtad al estado y a su bandera. Podría pensarse que en cualquier estado todo ciudadano debe ser leal a el y a sus símbolos y ahora que por el mes de mayo se conmemora un aniversario mas de la creación de Israel hay quienes no le verían mayor problema. Pero ocurre que si bien este estado se proclama democrático es difícil catalogarlo totalmente como tal cuando basa todo su actuar en la expansión y ocupación de territorios ajenos por medio de la violencia y cuando en su propio interior cerca de millón y medio de árabes son ciudadanos de segunda categoría.
Ahí es cuando se revela en toda su crudeza la naturaleza racista del sionismo, que pretende no solamente imponer la idea del pueblo judío como la nación elegida por Dios sino que desnaturaliza la noción de Israel como un estado en el que tendrían cabida, además de los judíos, los palestinos que permanecieron en él y los habitantes de otras confesiones y grupos étnicos, en igualdad de condiciones. No la actual dirigencia pretende un estado exclusivamente judío y no un estado de todos los ciudadanos. De allí la extraña exigencia de juramento a la bandera que contiene la Estrella de David como símbolo judío y de canto del himno nacional, también con contenidos relativos solamente a lo judío.
Conviene entonces que a la necesaria, y hay que decirlo, hasta ahora escasa solidaridad con el pueblo palestino que sufre en Gaza y Cisjordania, hay que agregar el apoyo a los palestinos que residen en el propio Israel y que sufren un cruel discriminación en todos los órdenes, incluyendo las enormes restricciones para visitar o ser visitados por sus parientes que viven en los territorios ocupados, ahora agravadas por la construcción del muro de la infamia. Igualmente hay que elevar la exigencia de castigo a los responsables del genocidio del pueblo palestino y el reclamo de que Israel garantice la igualdad a todos sus habitantes y de marcha atrás a todo intento de judaización de su estado, que a pesar de todo tiene derecho a existir pero en condiciones de igualdad para todos sus ciudadanos y dejando de ser una amenaza para todos sus vecinos y para el Medio Oriente en general, para que deje de ser un estado guerrerista que destina a fines bélicos casi la mitad de su presupuesto.
No es entonces descabellado el planteamiento del fogoso mandatario persa sobre el sionismo como una forma de discriminación racial, máxime si recordamos que así lo expresó, naturalmente con el voto negativo de Israel y Estados Unidos entre otros, la Asamblea de las Naciones Unidas en la década del 70, cuando, dicho sea de paso, Israel era uno de los gobiernos más cercanos al régimen del apartheid de Sudáfrica.
Sorprende entonces que Estados Unidos y sus socios europeos, en vez de exigir un cambio en las políticas discriminatorias y agresivas de los dirigentes sionistas contra la población árabe, les den respaldo, entre otras acciones, por medio del boicot a la conferencia sobre el racismo.
Finalmente, cabe recordar que los gobiernos colombianos se han apoyado fuertemente en los gobernantes israelíes y que ese país es un destacado proveedor de armas y entrenamiento para las fuerzas armadas colombianas y que algunos mercenarios de allí vinieron a entrenar a los grupos paramilitares, caso Jair Klein, ahora a la espera de ser extraditado a Colombia. No es casual que estos vínculos se hayan estrechado en los últimos períodos en que en el país se ha fortalecido la política guerrerista y de desconocimiento del carácter social y político del conflicto armado. Baste recordar la reciente visita del halcón Ministro de Defensa en procura de mayor cooperación militar y en plan de compras armamentistas. La búsqueda de una solución pacífica y justa al conflicto del Medio Oriente, el apoyo a los legítimos reclamos del pueblo palestino y la exigencia de que el estado de Israel se desnuclearice y sea para todos sus ciudadanos independientemente de su etnia y confesión (también allí, además de judíos y árabes hay drusos y cristianos, entre otros) es un deber moral no solamente por solidaridad internacional sino porque contribuye a la causa de la paz en Colombia.
Emiaj Odaruj
Se incrementa la ofensiva contra el ingreso de los trabajadores
Por definición el neoliberalismo es una ideología y una política al servicio del capital y en desmedro de los trabajadores. Se enmarca en lo que algunos han llamado la `revancha social` del capitalismo, que se ha considerado con las manos más libres después de la caída del llamado socialismo real a fines de los años 80 del siglo pasado. Recordemos que además de la lucha de los asalariados, uno de los factores para que el capitalismo reconociera muchos de los derechos y garantías a los trabajadores en el mundo occidental, fue la existencia de los países socialistas, como una manera de evitar que los pueblos siguieran ese ejemplo.
Tanto se le estaba yendo la mano al llamado capitalismo salvaje que el Papa Juan Pablo II, caracterizado adversario del socialismo, tuvo que insistir en Guadalajara en 1991 en que la caída de ese sistema no significaba que el capital pudiera hacer lo que quisiera y que seguía vigente la doctrina social de la iglesia acerca de una remuneración justa y digna para los asalariados.
En Colombia, con la llamada apertura económica y las normas cada vez más favorables a la inversión capitalista, sobre todo extranjera, a inicios de la década de los 90 comenzó el desmonte de los derechos conseguidos por los trabajadores en decenios anteriores y no solamente el derecho laboral fue prácticamente pulverizado sino que el empleo mismo fue víctima de esta política, al grado que en la actualidad la cifra de desempleo abierto y de subempleo es una de las más altas de América Latina.
Ahora, cuando la crisis se agudiza y la situación social se hace más difícil, resulta, por decir lo menos, insólito, que caracterizados voceros del capital lancen propuestas tendientes a desmejorar el de por sí magro y debilitado salario mínimo legal.
En la primera línea de esta ofensiva ha estado Fedesarrollo, verdadero tanque de pensamiento neoliberal, que de tiempo atrás viene ambientando esta iniciativa, disfrazándola como una forma de fomentar el empleo. En un foro promovido por el Banco de la República, con participantes de alto nivel, entre ellos un Premio Nobel de Economía, en el año 2001 el entonces director de Fedesarrollo, Mauricio Cárdenas Santamaría, mostro graficas que indicaban que en el país un 30% de la fuerza laboral devengaba salarios inferiores al mínimo de ley y ladinamente, para no decir de frente que exigía la eliminación de esa garantía, planteó de manera eufemística que habría que hacer concordar la realidad legal con esa realidad económica. Y en genialidades como esa se gasto el dinero público con el cual se financió ese costoso evento!
En la misma tónica se inscribió recientemente, a fines de 2008 el flamante exministro de hacienda, Alberto Carrasquilla, quien ante la prensa, creyendo tal vez que estaba en Sábados Felices, dijo en tono pretendidamente jocoso que el salario mínimo era un chiste … un chiste ridículamente alto que había que rebajar. Posteriormente el personaje no volvió a abrir la boca sobre este punto, no sabemos si por pudor, porque anda buscando mas fundamento científico que sustente la pretendida relación entre el humor y el salario mínimo o porque el investigador social Igor Yavlaka le refregó que el jugoso contrato que por esos mismos días le dio la Comisión Nacional de Televisión por
asesoría le significaba recibir por hora $ 690.000,oo, casi un 50% más del ` chiste ridículamente alto` que en un mes devenga el trabajador de salario mínimo legal.
Y otra vez la burra al trigo, de nuevo, ya cerca de los mediados del 2009 otro inefable vocero de Fedesarrollo, Mauricio Santamaria, pone sobre el tapete la antisocial iniciativa y para rematar, por estos días Roberto Steiner, director de la misma entidad, que más bien debería llamarse Subdesarrollo, insiste en el tema pero diciendo que el mínimo legal tiene muchas rigideces, tales como la forma de su fijación y su estudio en el Consejo Nacional de Salarios, las que deben revisarse, obviamente no para mejorarlo sino para reducirlo.
Ahora que es más evidente que nunca el fracaso del modelo neoliberal y cuando la propia Fedesarrollo ha dado a conocer el dato escandaloso de que la tercera parte de los trabajadores colombianos con empleo formal no recibe los derechos prestacionales que a su favor consagran las leyes laborales, convendría que sus dirigentes no estén cayendo en la rigidez y en la obsesión de desmejorar el salario legal. Cuando el país, agobiado por la crisis social busca salidas que mejoren la situación de los sectores más desprotegidos y cuando toda la política económica estatal se ha enfocado en brindar las más amplias ventajas de todo orden a los inversionistas, incluyendo las zonas francas que tan cálidamente acogen a los hijos del presidente, proponer recortes al menguado salario mínimo, refleja el más crudo egoísmo, total insensibilidad social y un desfase con la realidad económica y social que viven las mayorías populares.
Esto sin mencionar que lo que necesita la economía es precisamente lo contrario, es decir, estimular la demanda, entre otros medios, por la vía de recuperar la capacidad adquisitiva del salario, actualmente menoscabada y deprimida y no continuar utilizando el trabajo como factor de ajuste para descargar sobre el pueblo el peso de la crisis.
Qué bueno que los doctores Carrasquilla, Santamaria y Steiner le dieran una leidita a la Constitución Colombiana y a los documentos de la doctrina social de la iglesia. O por qué no pensar que para que tengan más elementos de juicio vivan unos mesecitos con el salario mínimo legal, para que experimenten en cabeza propia sus tesis.
Alerta compañeros de la Cut y de las demás centrales obreras, hay que pronunciarse y denunciar la actitud antiobrera de estos pretendidos académicos al servicio del gran capital.
Definitivamente falta mucho para hacer realidad el Estado Social de Derecho proclamado en la Constitución y para conseguirlo efectivamente es preciso fortalecer el Polo Democrático Alternativo en sintonía con las grandes masas populares y con otros sectores avanzados y a eso convocamos en nuestro comité de base.
Luigi Operario